Alguna que otra vez he comentado en mi canal de YouTube, así como en el resto de mi contenido en redes sociales sobre cómo puedo o podría mantener el 100% de mis gastos a través del trabajo remoto, sin embargo, nunca he mentido cuando he dicho que igualmente vivo con mi familia y que mis gastos nunca los he tenido que absorber yo en su totalidad. Bueno, muy pronto todo eso se termina, aparentemente.
Este blog da inicio oficialmente después de un año de haber diseñado y de haber tendio en stand by este sitio web. Hoy quiero cambiar las cosas porque, en unos días toda mi vida va a cambiar y quiero compartir por escrito un poco de esto de forma más personal, más narrativa. Algo diferente a lo que te diría en YouTube.
Si me sigues en Twitter, habrás notado que uno de mis sueños, así como una de mis metas de este año y medio que llevo en redes haciendo lo que hago, es iniciar una vida como nómada digital, algo que nunca he visto imposible, pero tampoco cercano (o no tanto), sin embargo, está decidido y el próximo lunes me voy a Houston después de haber tenido no más de un día para pensarlo. Te cuento un poco de cómo sucedió esta vuelta de 180° que acaba de iniciar en mi vida.
1 de enero de 2024
Después de un fin de año un tanto desastroso, con altibajos (y más bajos que «altis»), quién hubiera pensado que los dos únicos factores que me ataban física y emocionalmente a la tranquilidad de mi bello Cholula, desaparecerían de formas un tanto dolorosas, pero con grandes lecciones. Es ahí cuando pienso (o quiero creer) que el destino simplemente tuvo otros planes conmigo y dio vuelta al timón de forma drástica para no dejarme chocar con el iceberg (que bastante cerca estaba ya).
Las noches de fin de semana con mi familia son algo que pensé que no cambiaría nunca (o los días inhábiles, en este caso), no en un muy buen tiempo al menos, cuando llegó un mensaje en horario no laboral, pero fue un mensaje que, citando la película de El Padrino, fue una oferta que no pude rechazar: «Hola, buenas noches, oye, ¿Tú tienes Visa?», asentí, «¿No quieres irte a vivir a Estados Unidos? Te necesito allá. Estoy terminando de armar una propuesta…». Era mi jefe, de una de las empresas con las que suelo trabajar más de cerca y con quien llevo trabajando poco más de tres años. Esa había sido una de sus promesas cuando empecé a trabajar con ellos: la posibilidad de, en algún momento, vivir allá. No lo creí tan cercano.
3 de enero de 2024
Mi jefe y yo quedamos de vernos aquí en Puebla, pues estaba de visita. Con una propuesta lista y un rato de charla, café e ilusión, a pesar de que en mi mente ha girado desde ese momento y durante todos estos días el pensamiento de «¿Cómo te vas a ir a otro país?», «¿En serio lo vas a dejar todo?», hay otra vocesita en mi mente que sólo me repite y me repite «Ya no tienes nada que perder, nada te ata». Acepté. Definitivamente en ese momento acepté. Él lo reveló después, había otros dos candidatos aparte de mí, uno de ellos no puede viajar a Estados Unidos, la otra candidata simplemente no respondió a tiempo ¿Victoria para Mario? Sólo el tiempo lo dirá. Ahora, la última cuestión, ¿cuándo partimos? Bien, me voy el lunes… lunes 8 de enero. Tengo 5 días para dejar todo listo, incluyendo pagos, compras, entregas de otros clientes y por supuesto, aprovechar cada momento, cada segundo que me queda con mi familia y amigos, procurando despedirme de la mejor forma posible de cada uno de ellos, aunque el tiempo que resta parece no ser suficiente.
4 de enero de 2024
Llevo desde ayer comprando cosas, preparándome para el clima que me espera y, según yo, educándome con contenido para saber cómo sobrevivir solo… en otro país… sin conocer el ritmo de una gran ciudad… Me voy a acostumbrar rápido, ¿cierto?
Tuve mi primera despedida, aquella con mis amigos más cercanos, los de la secundaria. El viernes toca otra, con mis amigos de la universidad y el domingo, con mi familia, para celebrar un día antes el cumpleaños de mi mamá y una última por la tarde, con mi grupo de Calabozos y Dragones. Es bastante, pero es importante para mí. Es importante para la gente que me quiere, porque no, aún no hay fecha de retorno precisa y si el tiempo y el destino así lo deciden, no la habrá. Eso no quita la posibilidad de volver de visita, obviamente, pero de inicio, estar tan lejos y con tan poca experiencia viviendo de forma independiente y/o solitaria es lo que complica tanto esta partida.
5 de enero de 2024
Las despedidas más emotivas (y posiblemente más difíciles) son aquellas en las que antes hay una larga convivencia, en las que hay más sonrisas que lágrimas, o eso empiezo a pensar.
A pesar de no haber habido lágrimas, de estar lleno, sobre cualquier otra expresión, de felicitaciones y abrazos y escuchar tantos «lo harás bien, cumplirás tu sueño», no dejo de sentir que aún no me duele irme. Aún no me siento tan triste como podría por alejarme de la gente a la que quiero. Pienso que lo más probable es que simplemente aún no asimilo que la idea no es un viaje, sino ya no volver. No, Mario, no te vas de vacaciones.
7 de enero de 2024
El último día de despedidas fue duro. Abriendo con un desayuno para celebrar el cumpleaños de mi mamá (porque más al rato ya no se podría hacer con todos juntos), durante la tarde, tomando un último café en conjunto con mi grupo de amigos de Calabozos y Dragones, y finalmente, una última noche con mi familia, en la que, con unos cuantos regalitos y, ahora sí, lágrimas, me despedí parcialmente de la parte de mi vida que recordaría y también dejaría, al menos por ahora.
A partir de mi llegada a Houston, el 8 de enero, no puedo evitar sentir un sabor agridulce en la boca. A escasos días de haber llegado, pienso en si mi decisión fue la correcta. No es que me arrepienta aún, o no del todo, sino que, conforme veo la dinámica, el estilo de vida, a la gente, las costumbres, las calles, las distancias, me pregunto si no estoy completamente fuera de la realidad. Hace unos días, antes de venir, hablaba con mi hermana sobre cómo se siente pausar, no mi vida, sino las de los demás con respecto a mí. Se siente como estar muerto un rato, al menos hasta que regrese, si es que vuelvo. He de admitirlo, en estos tres días acá, después de ver cómo son algunas de las cosas en este lugar, creo que sí quiero volver a mi país.
Extraño el pueblo y su falta de bullicio, o bien, su bullicio de pueblo. Sus pequeñas y acogedoras cafeterías, en las que el calor se encerraba y en las que conocías a una gran cantidad de gente interesante. Gente que además, ya prácticamente todos conocían al cruzar la puerta. Mi hermana siempre dice que ese dicho de que estás a siete personas de distancia de encontrar a cualquier otra persona en el mundo, en Cholula ese número se reduce a una sola persona. Pueblo chico de corazón enorme. Esa calidez de la gente y el sentimiento acogedor me falta en este lado del mundo. Lo demás, será historia y la evolución de mi percepción y pensamiento está por verse, según, claro, de cuánto tiempo decida estar aquí. De si decido quedarme.